El sueño de llegar a la Primera División del fútbol argentino de Nicolás González comenzó con las competencias en cancha de fútbol 5, pero al chico nacido en 1990 en Esquel, en la provincia de Chubut le cortaron la ilusión. Mientras jugaba en las inferiores de Argentinos Juniors, le amputaron la pierna derecha por un tumor maligno detectado en su rodilla. Pese a todo, no se dejó vencer por la adversidad y hoy integra el seleccionado argentino de fútbol para lisiados.
El futbolista chubutense de 27 años jugó en el club Zona 5 hasta los 13 cuando pasó a componer el plantel que disputaba la Liga Del Oeste con la Escuela Municipal, donde completó sus estudios. Los días arrancaban y lo primero que se le venía a la mente al pequeño hiperactivo era cuánto tiempo faltaba para el entrenamiento. No le interesaba ni la escuela, ni los video juegos, solo la redonda y compartir una hora y media con sus amigos en una cancha. La aspiración de Nicolás, alias Merme, era pisar un estadio y competir en las máximas categorías del fútbol por sobre cualquier otra cosa. Por eso, sabía que debía trabajar duro para tener la chance de probar suerte en algún club que no fuera de ámbito regional.
Cuando cumplió 18 años, a Nicolás se le abrió una posibilidad de realizar una prueba en Argentinos Juniors, gracias a un contacto que tenía el director técnico de la Escuela Municipal de Esquel, Jorge Fernández. Armó su bolso y emprendió el viaje repleto de sueños. Estuvo dos meses a prueba y no pasaba nada. Hasta que un día realizó una práctica realmente a la altura de las circunstancias y se le acercó el DT de la categoría. Le propuso ficharlo para componer el plantel de la quinta división del equipo de La Paternal.
Pero cuando
todo concurría a la perfección y notaban claras mejorías desde lo técnico, lo táctico y, por sobre todo, lo
físico en él, de un día para otro comenzó
a sentir un dolor extraño en la rodilla. En un principio parecía una rotura de
meniscos, tras consultar varios especialistas de rodilla, pero su padre,
no estaba conforme y por este motivo lo llevó a hacerse un estudio general.
Algo que le salvó la vida ya que le descubrieron un tumor maligno que debía ser
tratado con urgencia porque sino podría morir, si se hubiera quedado con los
chequeos previos no estaría con vida.
Nicolás sacó las fuerzas necesarias para salir adelante. Luego de la amputación regresó a Esquel y la gente del pueblo lo ayudó muchísimo, le brindaron muchas oportunidades para seguir adelante con su gran ilusión de continuar con su carrera deportiva. En su cabeza se le fijó la idea que una pierna menos no le impediría dejar de jugar al fútbol. Para fortalecerse físicamente comenzó a hacer kayak, esquí y aventuras de montaña, siempre acompañado de alguien para cuidar su estabilidad.
Pasado el tiempo cuando más empeño y sacrificio le ponía a los entrenamientos una propuesta le sacudió el piso. Hugo Hereñú, fundador de la selección argentina de amputados, quien casualmente estaba en Esquel de visita con el seleccionado, se enteró de su situación. Lo ubicó a Nico, se encontraron y, entre mate y mate, le ofreció ser parte del proyecto, rápidamente el joven esquelense aceptó sin dudar un segundo. Pasó las pruebas pertinentes para ver si estaba capacitado para este deporte que conocía y a la vez era diferente. Claro que luego de tanta lucha fue un obstáculo fácil de sobrepasar para Nico que se adaptó, se puso la celeste y blanca, y disputó el Mundial que se realizó en México en 2014, donde Argentina perdió en los cuartos de final contra Polonia por 2-1. Hoy sigue entrenando con la Selección demostrando que los sueños se pueden cumplir más allá de cualquier traba que se interponga en el camino.
Por Gonzalo García


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