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| Fuente diario Clarín |
El fútbol se cargó a los
hombros otra muerte, esta vez Emanuel Balbo resultó asesinado luego de caer
desde la tribuna tras varias agresiones de los hinchas de Belgrano en el Mario
Alberto Kempes el pasado sábado. El joven de 22 años se cruzó en la tribuna a
Oscar Gómez, quien fue el asesino de su hermano en 2012 y es el actor principal
de este acto feroz y repudiable.
El fútbol argentino está enfermo, tiene un enfermedad
terminal incurable, el odio traspasó la barrera y se apoderó de los hinchas,
que en lugar de disfrutar de un clásico (Belgrano-Talleres), jugado tras 15
años, accionaron de manera violenta contra un individuo indefenso. Todo comenzó
cuando Gómez comenzó a acusar a Balbo como hincha de Talleres, los
simpatizantes piratas captaron esta falacia y su reacción inmediata
fue golpear al ya difunto, que terminó con un traumatismo craneal fatal,
luego de caer desde las alturas de la tribuna. En
que cabeza cabe lanzar a una persona desde una grada solo por escuchar de los
labios de un extraño que es fanático del clásico rival, cuando en realidad no
lo es. Pero no importa que fuera de Belgrano/Talleres/River o Boca, sigue
siendo una persona que fue a ver un espectáculo deportivo, la cuestión de fondo
es con el nivel de agresividad que vivimos este deporte tan maravillosos, el
ganar como sea, matar o morir, la guerra de hinchada fue manchando a la redonda
de sangre y parece no tener solución. El fútbol argentino continúa apareciendo
en los diarios de todo el mundo por hechos de violencia y no por situaciones
deportivas. La sociedad está podrida, el fútbol está muriendo, necesita una
cura urgente, un milagro, pero la probabilidad es muy baja. Los violentos
parecen ganar todas las batallas y la pelota sigue rodando como si
nada pasara.
Por Gonzalo García

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